26-J: El desconcierto de una noche de verano

Josep Maria Antentas

2016-06-30 04 estimacion-de-votoSin duda, esperábamos una noche mejor. Del sorPPasso a la sorPPresa, las elecciones del 26J marcan definitivamente el final de la primera etapa del ciclo político abierto con la irrupción de Podemos en las elecciones europeas del 25 de Mayo de 2014 que, a su vez, es producto, no mecánico, de la sacudida de Mayo del 2011. Los resultados de Unidos Podemos son en términos retrospectivos inauditos, pero han quedado claramente debajo de las expectativas y las posibilidades. ¿Por qué no fue posible el tan deseado sorpasso al PSOE? El fiasco nos coge a propios y extraños por sorpresa. No se trata de dar lecciones a toro pasado explicando un fracaso que nadie vio venir, pero si al menos intentar entender por qué aconteció. Algunas reflexiones, pues, aún apresuradas y sin disponer todavía de los análisis detallados del comportamiento electoral, se imponen:

1 .La coincidencia en que Rajoy y el PP son los vencedores reales y simbólicos de las elecciones es unánime. La derecha tradicional ha mostrado tener un suelo electoral robusto. Las causas de ello, más allá de cuestiones coyunturales, hay que buscarlas en tendencias sociológicas de fondo, en el terreno cultural y en las mutaciones de la estructura social, tras décadas de capitalismo neoliberal consumista y especulativo-immobiliario, sin olvidar el peso del clientelismo político en muchas regiones. No hay que olvidar, sin embargo, que en términos generacionales el apoyo electoral al PP es sobretodo fuerte en las franjas más elevadas de edad, lo que muestra su pérdida de contacto con la población más joven y le plantea un problema en clave de futuro. La campaña del miedo a Podemos por parte de la derecha surgió efecto y permitió una movilización consistente de su electorado, mucho más que a la inversa. A ello se le añadió el efecto, justo en el tramo final de la campaña, del Brexit que, presentado en tono apocalíptico por parte de los medios de comunicación, reforzó sin duda un voto de orden y temor. La capacidad del PP de concentrar “voto útil” de la derecha a costa de Ciudadanos muestra, por otra parte, que el “Podemos de la derecha” ha sido desde el comienzo un fenómeno mucho mas superficial que el Podemos de verdad, carente de un arraigo social fuerte y de una base social activa.

2. A pesar de obtener su peor resultado de la historia (22’66%, 5.424.709 votos y 85 escaños frente al 22%, 5.545.315 y 90 escaños el pasado 20D), el PSOE sin embargo evitó lo que podría haber sido una catástrofe irreversible, aguantando el que parecía un inevitable sorpasso por parte de Unidos Podemos. De haberse producido el rebasamiento electoral, el PSOE estaría hoy en una situación imposible. Haberlo evitado le puede ahorrar quizá una grave crisis interna inmediata, pero no esconde el problema de fondo que lo atraviesa: su carencia absoluta de un proyecto económico diferenciado de la austeridad y de la derecha en el marco del agotamiento histórico de la socialdemocracia europea. En un escenario donde no tiene mayoría para ser la primera fuerza política del país, su falta de proyecto real le empuja a la subalternidad respecto al PP y le impide una discusión verdadera con Unidos Podemos. Si el previsible nuevo gobierno de Rajoy se pone a andar con la abstención del PSOE, éste va a encontrarse con el dilema futuro de apoyar o no la nueva tanda de recortes y reformas neoliberales que el ejecutivo de Rajoy acometerá bajo supervisión de Bruselas. Si lo hace, el PSOE pagará un precio político por ello. Y si no lo hace, la legislatura será políticamente inestable. El PSOE puede resistir bien una campaña electoral ante Unidos Podemos, pero no está claro que lo consiga también en la confrontación parlamentaria cotidiana de una nueva legislatura marcada por los recortes si de alguna forma tiene que ser parcialmente “comprensivo” con ellos en aras a la gobernabilidad.

3. A corto plazo el escenario que parece más probable es el de un gobierno del PP facilitado por las abstenciones de PSOE y Ciudadanos. A éste último no le convienen unos nuevos comicios que podrían serle letales por la consiguiente nueva tanda de voto útil hacia al PP. El PSOE podría afrontar con mayores garantías otro ciclo electoral, tras haberse reafirmado ante Unidos Podemos, y quizá su dirección se atrevería a ir hacia hacia este horizonte. Pero sus intereses de partido chocan ahí con la razón de Estado que requiere un gobierno rápido en un escenario de inestabilidad europea. Puede haber un pulso interno, real o escenificado, entre el aparato del partido menos ligado directa y orgánicamente al capital financiero y más proclive a la razón de partido, y aquellos sectores más estrechamente imbricados con el mundo económico y el aparato del Estado. Pero lo previsible, salvo sorpresa (y vivimos tiempo de sobresaltos), es que al final el PSOE facilite de forma pasiva un gobierno de Rajoy absteniéndose en la investidura. Si esta es su orientación, lo más inteligente sería antes reiterar a Podemos su oferta de gobierno “progresista” incluyendo a Ciudadanos, para pretender que se ve forzado a propiciar que gobierne al PP ante la presunta intransigencia de Unidos Podemos y por sentido de la responsabilidad para evitar nuevas elecciones. Sea como sea, el PSOE necesita construir un relato y una teatralización de sus decisiones en un escenario inédito para él.

4. Unidos Podemos, ha fracasado inesperadamente en su propósito de sorpassar al PSOE y disputarle la victoria al PP. La alianza entre Podemos e Izquierda Unido obtuvo el mismo numero de diputados que ambos obtuvieron por separado (71, 69+2), pero perdió 1.100.000 votos (21’1% y 5.049.734 votos frente al 24’28% y 6.139.494 votos el 20D). Las causas de ello son múltiples y, hay que reconocerlo, identificarlas es una tarea compleja. Conviene, sin embargo, desautorizar aquellas interpretaciones interesadas que atribuyen los malos resultados electorales a la alianza entre Podemos e IU, con el argumento de que ello creó un imaginario de “frente de izquierdas” radicalizado que asustó a los votantes moderados. Aunque no es posible hacer historia contra-fáctica lo más razonable es imaginar que, sin dicha alianza, los resultados de Podemos e IU habrían sido mucho peores. Una primera explicación del fiasco inesperado se puede encontrar, precisamente, en una muy descafeinada campaña, vacía de propuestas reales y pensada, no para movilizar y estimular la base social real y potencial de Unidos Podemos, sino para no asustar a votantes más lejanos. La “campaña patriótica” y light en contenidos, que se entrecruzó con las anacrónicas referencias a la socialdemocracia, ha desconcertado a más de uno y no parece haber suscitado la necesaria emoción y épica movilizadora. La tibieza de los mensajes, sin embargo, contrasta con la capacidad militante que por debajo mostró la candidatura, cuyos actos públicos fueron importantes, aunque no trascendieron a la base social más o menos cercana. Una segunda explicación del pinchazo debe buscarse en razones más de fondo y estriba en los límites de la politización suscitada por el ciclo abierto el 2011 y en la fluidez de una situación donde las viejas lealtades se disuelven pero las nuevas no cristalizan irreversiblemente. Muchos de los electores de Podemos e IU del pasado 20D pueden haberse quedado en casa, votado por opciones extraparlamentarias o “vuelto” hacia el PSOE. Y todo ello por una infinitud de razones contradictorias entre sí a “derecha” e “izquierda”: apatía, en particular por parte del electorado proveniente de IU, ante una campaña floja, desconcierto por el giro “socialdemocrata” y moderado de Iglesias, incomprensión de la negativa de Podemos a apoyar a Pedro Sanchez frente al PP en el caso de los electores más moderaos o, al revés, fuga hacia un PSOE que apelaba a la izquierda ante un Podemos patriótico por parte de la base electoral de izquierdas más tradicional. En suma, Podemos ha abierto un importante espacio político-electoral que ha llegado para quedarse, pero no todo él está solidificado y las periferias del mismo son aún inestablemente fieles y fielmente inestables.

5. Podemos ha emitido demasiados mensajes contradictorios. Desde su fundación, los electores han visto a Podemos decir y hacer una cosa y su contraria. Le han contemplado rechazar con fuerza la unidad de la izquierda y después pactar con IU, anunciar que nunca gobernarían con el PSOE estando en minoría y luego hacer una propuesta de gobierno, rechazar la etiqueta de “izquierda” y finalmente abrazar de forma poco creíble la de “socialdemócrata”. Ello genera un doble problema. Primero, la multiplicación de mensajes contradictorios causa incomprensión en los extremos más diversos del propio electorado y, en el caso de estas elecciones, es probable que Podemos provocara desconcierto a “izquierda” y a “derecha” a la vez, al combinar de forma desacoplada mensajes y gestos poco articulados. Segundo, más allá de a quien le guste tal o cual posicionamiento y de orientar a algunos y desorientar a otros, la contradicción y el cambio permanente en los mensajes al final refuerza la percepción de que Podemos es una fuerza de principios volubles que adapta su discurso según las necesidades demoscópicas. Ello no sólo afecta a Podemos como tal, sino a Iglesias en particular quien, en un escenario de acoso mediático permanente contra su figura, aparece más como un excelente robot comunicativo programado a conveniencia que no como un dirigente con principios. Lejos de ser un defecto sólo atribuible a la táctica realizada en los últimos seis meses desde las elecciones del 20D de 2015, el problema de Podemos viene de lejos y es fruto de una estrategia política basada sólo en técnicas comunicativas subordinadas a encuestas de opinión y que no da centralidad alguna a su cambiante y líquido programa electoral y a las propuestas políticas.

6. El tránsito del 20D al 26J estuvo marcado por las negociaciones sobre la investidura y por la oferta de gobierno de coalición de Podemos al PSOE. Hubo ahí un gran acierto y dos errores. El acierto fue tener una actitud ofensiva hacia el PSOE en base a un emplazamiento unitario, algo decisivo si se quiere rebasar una fuerza con la que se está ya casi empatado. Nunca nadie había desafiado con una oferta unitaria al PSOE de esta forma. Prueba de ello, fue el desbarajuste interno en las filas de Pedro Sánchez tras la acometida de Podemos. Sin embargo, la propuesta del partido de Pablo Iglesias vino acompañada de dos errores importantes. Primero, la propia proposición concreta de formación de un gobierno de coalición con el PSOE fue una equivocación. Hubiera sido mucho mejor ofrecer un pacto de investidura en base a un acuerdo programático. El efecto unitario hacia afuera hubiera sido el mismo. Y la reacción histérica entre los barones del PSOE parecida, pues éste en ningún caso podía permitirse un acuerdo parlamentario con Podemos que implicara un programa anti-austeridad y un referéndum sobre la independencia en Catalunya. A su vez, una oferta de investidura “para echar al PP” habría permitido seguir marcando distancias con el PSOE en tanto que un partido del régimen y mantener una coherencia con lo dicho antes del 20 de diciembre. La propuesta de gobierno con el PSOE implicó una innecesaria rehabilitación del mismo como partido del cambio así como la ruptura del eje “fuerzas pro-régimen y de la casta vs fuerzas constituyentes y populares” que había funcionado bien, en detrimento de una reaparición acrítica y repentina del eje izquierda-derecha pero planteado en su vertiente más superficial, es decir, en base a las relaciones con el PSOE como elemento estructurante de dicho eje. El segundo problema es que, con la sola excepción del referéndum para Catalunya (puesto ahí negro sobre blanco gracias a En comú Podem), Podemos no consiguió articular un listado concreto y sucinto de medidas en base a las cuales articular una negociación con el PSOE en la que quedara claro que éste último se oponía a cualquier medida anti-austeridad seria y a una dinámica constituyente. Más allá de un error de escenificación en la negociación con el PSOE ello dejó traslucir un problema de fondo en la política de Podemos: la infravaloración del programa y la negativa a contraer compromisos programáticos claros y firmes. La concepción comunicativo-discursiva de la política ha relegado al programa a una cuestión irrelevante con el propósito de tener siempre la manos libres para reajustar en permanencia lo que dice y propone el partido. El resultado de ello ha sido la incapacidad de popularizar demandas que se conviertan en palanca movilizadora de masas (como la dación en pago en el caso de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas, el referéndum en el movimiento soberanista en Catalunya, o las ocho horas por parte del movimiento obrero en su día). Precisamente, haber concretado un proyecto de “cambio” en demandas claras, de “sentido común”, pero inasumibles para el PSOE, habría facilitado la comprensión pública del desacuerdo con éste para apoyarle en un gobierno y habría reducido el espacio para la demagogia de Pedro Sanchez al presentarse como un partido de “cambio” víctima del sectarismo de Podemos. No es evidente que haber conjurado estos dos errores hubiera tenido una repercusión positiva en el resultado electoral, pero al menos hubiera contribuido a armar política y estratégicamente a la propia base social.

7. El fiasco del 26J es una expresión de los límites del modelo de partido entendido como una “máquina de guerra electoral” construido, bajo la batuta de Íñigo Errejón, tras la asamblea fundacional de Podemos en Vistalegre en octubre de 2014 y que cerraba la puerta a cualquier intento de experimentación político-organizativa en un sentido democrático e innovador recogiendo el legado del 15M. Podemos se configuró como un partido centrado en la competición electoral y la comunicación política, y que descuidaba por completo la organización y estructuración de sus bases militantes por debajo, así como el trabajo de implantación social y la intervención en movimientos sociales y sindicatos. Ello no ha contribuido, precisamente, a solidificar ni fidelizar a su base electoral. El correlato organizativo de la maquina de guerra electoral-comunicativa fue la adopción de una estructura altamente jerárquica y centralizada en la que las direcciones locales y regionales/nacionales estaban muy subordinadas (material y simbólicamente) a la dirección central, y en la que los círculos no jugaban ningún rol, ni tenían función alguna. El método mayoritario y plebiscitario de elección de los órganos internos sirvió sólo para excluir a las minorías, convirtiendo a las instancias del partido en expresión de la fracción mayoritaria en cada lugar y no en un espacio de síntesis plural. La incapacidad de unas direcciones regionales/nacionales, políticamente débiles y a menudo aupadas sólo en base a la lealtad a la dirección central, desembocó a menudo en parálisis político-organizativa. El resultado de todo ello ha sido una organización con una estructura inoperativa y atrancada, plagada de crisis recurrentes de los Consejos Ciudadanos territoriales, con muy poco dinamismo por debajo y sin apenas actividad fuera de las redes sociales y las campañas electorales. Sin duda, el modelo “maquina de guerra electoral” no pluralista no es responsable de todos los problemas, pero contribuyó a agravarlos.

8. Ante los límites de la “máquina de guerra electoral”, el propio Errejón ha anunciado varias veces la necesidad de pasar hacia una segunda etapa de “movimiento popular”. El principal problema en las promesas futuras de paso hacia un “movimiento popular” hoy inexistente es que éste es concebido esencialmente en términos de un trabajo cultural y social complementario de lo electoral. El riesgo es que de la fría máquina de guerra electoral (y comunicativa) pasáramos a un movimiento popular, que re-equilibrara el trabajo electoral con una labor cultural y de implantación, pero que no sirviera para corregir una concepción electoralista del cambio político-social, sino para apuntalarlo y a lo sumo para construir una base menos voluble. Tendríamos entonces una maquinaria de guerra electoral arraigada sobre un trabajo social-cultural pasivo y estructurado jerárquicamente entorno al vértice político-electoral. El resultado podría ser no muy distinto, pero aún mucho más limitado, que el de los grandes partidos reformistas del movimiento obrero histórico: una organización política de masas (pero en ese caso con las masas como audiencia potencial y no como fuerza organizada), complementada por una red de asociaciones sociales y culturales…pero sin el sindicato (ni ningún tipo de movimiento que lo reemplace) como palanca para la movilización. La debilidad de este planteamiento estriba que, entre la maquinaria de guerra electoral y el movimiento popular entendido en un sentido sociocultural, brilla por su ausencia el papel de la movilización social (y no digamos la auto-organización). Ésta no juega ningún papel estratégico, más allá de movilizaciones internas al movimiento popular (como la “marcha del cambio” del 31 de enero de 2015). Aunque Podemos entendió que el 15M abría un nuevo periodo y nuevas posibilidades, paradójicamente no integró la lucha social como variable de su estrategia, como si el empuje del 15M estuviera destinado a durar eternamente o pudiera ser reemplazado in aeternum por la mercadotecnia electoral. Entre lo electoral y lo cultural falta un carril movilizador y auto-organizador que los engarce. El modelo de partido que se derivaría de ello ya no es la fría “maquina de guerra electoral” centrada en campañas electorales y flanqueada por una red de ateneos culturales, sino un “partido-movimiento” arraigado socialmente, orientado hacia la participación en las luchas sociales y los movimientos sociales independientes, activo en la batalla cultural y no autocentrado sólo en el trabajo institucional-electoral (sin que ello implique en ningún caso minusvalorar a éste último).

9. El ciclo político-electoral iniciado en 2014 ha llegado a su máximo y ha dado de sí todo lo que podía dar. No ha sido poco. Primero, una transformación drástica del sistema de partidos y una crisis del sistema tradicional de gobernanza turnista entre PP y PSOE, en el que el bipartidismo está tocado pero no hundido. Segundo, la consolidación de una fuerza alternativa con un 5 millones de votos, no muy lejos del PSOE. Y, tercero, las victorias electorales en los ayuntamientos del cambio el 24 de Mayo de 2015 en Madrid, Barcelona,Valencia, Zaragoza, Cádiz, La Coruña y otras ciudades. Pero el empuje de la fase política de la crisis abierta tras Mayo de 2014 no ha sido suficiente para que una fuerza como Unidos Podemos alcanzara el gobierno. El desafío para la etapa post 26J es abrir una segunda fase de la crisis política y, para ello, la variable determinante es el relanzamiento de la lucha social ante la batería de medidas de ajuste que se avecina. Un nuevo empujón callejero es necesario para culminar el recorrido que aún queda. El resultado del combate en el frente social será decisivo, si bien no de forma mecánica, para el desenlace del combate político general.

10. Podemos, aún teniendo una estructura convencional, no es un partido al uso. Los parámetros que pueda tomar el presumible debate interno tras el desengaño del 26J son imprevisibles, en el marco de una estructura política altamente centralizada y jerarquizada, una cultura política autoritaria, y la carencia de una tradición de discusión política real en la organización más allá de los reducidos órganos de dirección. En este sentido, el principal desafío para la formación morada es gestionar el debate sobre su futuro de forma pluralista, democrática y respetuosa con todas las posiciones. Si consigue hacerlo, saldrá fortalecida del envite y afrontará en mejores condiciones la oposición al nuevo gobierno de Rajoy que tendrá que administrar la próxima tanda de recortes exigidos por Bruselas y gestionar la nueva recesión económica pronosticada por todos los organismos internacionales. Entonces, quizá sí, podrá empezar la verdadera segunda vuelta. El camino hacia el cambio social y político no es una línea recta, a modo de una marcha triunfal por la autopista (electoral) de la historia. Está lleno de reveses, éxitos, ralentizaciones y acelerones. La cuestión estriba en comprender los momentos difíciles para salir de ellos rápidamente y prepararse para el siguiente asalto.

29/6/2016

publico