Aire fresco agita la sociedad francesa
Olivier Besancenot y François Sabado
Militantes del NPA (Nouveau Parti Anticapitaliste)
Un millón de personas se echó a la calle el 31 de marzo para expresar su rechazo a la “Ley del trabajo” del gobierno Hollande. Ya el 9 de marzo, cerca de 500.000 personas habían marchado por las calles de más de 250 ciudades. Se trata de una movilización popular nacional, en proceso de construcción y ampliación, de la juventud, de las personas mayores, de la gente asalariada, de los estudiantes de bachiller, de los universitarios y de las paradas y parados. Pero sobre todo, y es lo más importante, se ve como emerge una nueva generación, no sólo en las huelgas y manifestaciones de la escuela secundaria y universitaria sino también en los cortejos de los asalariados y asalariadas y de los sindicatos. Aunque en cada país el movimiento tiene sus propias características, ¿cómo no acordarse de esos miles de jóvenes que ocuparon las plazas de las grandes ciudades en el Estado español, de los “indignados, sin los que no se puede explicar el surgimiento de Podemos, o de esas luchas de la juventud de “Occupy Wall Street” en EE UU? Esta nueva ola de radicalización de la juventud ya se había expresado también con anterioridad en la manifestación del pasado diciembre, durante la COP21 organizada por la ONU, exigiendo soluciones a los gobiernos ante los efectos y amenazas del cambio climático.
Lo que unifica y lo que hace converger a todos estos sectores, y hay motivos para ello, es de entrada el rechazo a la “Ley del trabajo” del gobierno, una “bomba atómica” contra los derechos y las conquistas sociales. La izquierda gubernamental ha osado hacer lo que la derecha más reaccionaria no había hecho. Se trata, de hecho, de la destrucción del Código laboral (leyes, decretos, reglamentos) que han sido conquistados a lo largo de décadas de luchas y conflictos sociales y que protegen los derechos de los trabajadores y trabajadoras contra la explotación capitalista.
Si hasta ahora las disposiciones del Código laboral tenían un rango superior a los acuerdos de empresa, los contratos de trabajo particulares y sus derogaciones, la “Ley del trabajo” o “Ley El Khomri” -nombre de la ministra francesa actual de Trabajo, el Empleo, la Formación Profesional y el Diálogo social- invierte la jerarquía de la normativa social: subordina los derechos sociales al “buen funcionamiento de la empresa”. De ese modo, y a voluntad de la patronal, que siempre tiene a su disposición el chantaje del empleo, se podrá llegar a acuerdos en cada empresa sobre la jornada laboral, el salario y la posibilidad de despedir, sin estar sujetos a determinadas disposiciones reglamentarias. Se acabaron las 35 horas, se podrá trabajar más cobrando menos y si los beneficios se reducen, el empleador podrá revisar al alza la jornada y a la baja la remuneración anual. Es la precarización de por vida de todas las condiciones de trabajo. Se comprende bien la reacción enérgica que ha provocado en el mundo del trabajo y en la juventud.
El gobierno podría haber sido más precavido, a la vista de que las encuestas indicaban que el 70 % de la gente se oponía al proyecto de ley y de que un manifiesto en favor de su retirada, publicado en redes en redes sociales, había logrado reunir más de 1. 200. 000 firmas, pero no lo fue y, a partir de ahí, el movimiento echó a andar. Ya no se trata sólo de opiniones o de firmas, sino de reuniones, de asambleas generales y de manifestaciones. Miles de jóvenes se comprometen, se politizan. Porque ahora ya no se trata sólo de exigir la retirada de la “Ley del trabajo”, sino de rebelarse contra los efectos de la crisis capitalista de estos últimos años, la explosión de las desigualdades, las injusticias sociales, las políticas de austeridad, la forma de organización de la economía en función de la rentabilidad capitalista, la competencia y el productivismo destructor del medio ambiente. Esos resortes socio-económicos se combinan con exigencias democráticas contra una reforma constitucional que, instaurando la pérdida de nacionalidad para los binacionales, iba a estigmatizar a toda una parte de la población de origen extranjero. Endurecimiento de las políticas de austeridad, discriminación y racismo:… trop est trop (demasiado es demasiado); “la gota desbordó el vaso” y la gente ¡se echó a la calle!
Este hartazgo se expresa en nuevas formas de lucha, como la ocupación de las plazas o de lugares emblemáticos tras las manifestaciones. Miles de jóvenes han participado en la iniciativa #nuitdebout en la Plaza de la República en Paris. Una buena expresión de sus intenciones: noches en pie, noches en vela… para luchar y debatir. Secundando el llamamiento de un colectivo, periodistas, intelectuales, activistas sociales y miles de personas sin adscripción sindical ni política han debatido e intercambiado opiniones durante varias horas tras las manifestaciones. Estos miles de jóvenes decidieron continuar citándose en los días siguientes.
Por último, este movimiento puede adquirir una nueva dimensión, porque se inscribe en una coyuntura marcada por la combinación de una crisis social y de una crisis política. La juventud y el mundo del trabajo se manifiestan en un momento en el que el presidente de la República y el Gobierno se encuentran debilitados. Nunca han estado tan débiles. Hollande se ha visto obligado a retroceder y a cancelar su reforma constitucional. De sopetón, miles de jóvenes y de asalariados pueden entender esa cancelación como el primer retroceso de los planes gubernamentales y como el primer avance popular, que puede hacer posibles otros posteriores.
Efectivamente, se trata de un pulso que ahora mismo enfrenta al gobierno con la juventud, con las personas asalariadas y con los sindicatos que rechazan el proyecto de ley. El gobierno ha logrado dividir el frente sindical porque ha obtenido el apoyo de la CFDT, pero la mayoría de las organizaciones sindicales (CGT, FO, FSU, Solidaires) apoyados en una amplia mayoría de la gente asalariada, continúan exigiendo la retirada del proyecto de ley. El debate parlamentario del proyecto durará hasta el mes de junio. No se puede excluir que se produzca un “accidente” parlamentario que haga que el gobierno no logre suficientes apoyos para aprobar su proyecto y se abra entonces una crisis política nacional.
Hay previstas nuevas movilizaciones para los días 5 y 9 de abril de esta semana. Este movimiento va a extenderse, echará raíces se endurecerá. Asistimos a una prueba de fuerza contra el gobierno. ¿Cómo articular la preparación de una movilización de conjunto, que movilice a la mayoría de la población, con nuevas formas de lucha, como la ocupación de plazas o los bloqueos de determinadas zonas? ¿Cómo combinar la unidad de acción sindical y las formas de autoorganización de la juventud y de los trabajadores? ¿Cómo restaurar la fuerza y la credibilidad de la huelga nacional, no solo de una jornada sino en la perspectiva de huelgas prolongadas, si el gobierno no retira el proyecto? Estas son las cuestiones que ahora mismo están sobre la mesa para las gentes movilizadas y las fuerzas políticas y sindicales de izquierda.